jueves, 29 de mayo de 2014

Hoy, en Córdoba, es Rocío


Caminar en la vida tiene sus altibajos, como cualquier ruta que uno emprende en las diversas circunstancias de la existencia. El camino tiene su sube y baja, los hoyos, las malas indicaciones, los caminantes burlescos y pretenciosos, los lugareños sabedores y conocedores que se mofan del ignaro, lego o del penitente, el sabio inane que con pretenciosa argucia muestra el camino… todos ellos ignoran qué busco, qué ansío encontrar, a quién busco realmente… , nadie me pregunta… , y si alguien se atreve a interrogarme sólo cuestiona el dónde, el lugar… ¡Noooooo!  

Sólo sé decir: nooooo. ¿Nadie me pregunta a quién busco? Porque no busco hallar un lugar, sólo busco encontrarme con alguien que de respuesta a las inquietudes, a los interrogantes que atormentan mi interior, busco sentir la mirada tierna, dulce, agradable, aroma a azucena, tomillo y romero que me acurruca a su pecho y me da la confianza, la seguridad, el alimento de sus senos que colman el apetito insaciable, que ni el sol creado es capaz de alumbrar la oquedad de toda la Creación.

Eso busco, y a eso aspiro… sigo, sigo, sigo y seguiré…. Pero me ha dicho un trovador que coja el hato, y que con los cantos serenos y pizpiretos del Guadalquivir, de aquellas plumillas que se esconden en los arcos del río que fue romano, moro y hoy cristiano que salga corriendo, con mis remiendos, no sólo los del trapo, también con los del corazón, que no tenga miedo, que el Simpecado de la Madre de Dios, el Simpecado que nace entre geranios, gitanillas, que sabe  a jazmín, y al aroma a media noche;  que parte del silencio provocador del convento de San Pablo y que se impregna del azahar de los naranjos de la Catedral de la ciudad que vio nacer a Osio, predecesor del que hoy  preside la carreta y que lloró, rezó y se sobrecogió ante la Madre de Dios, San Juan Pablo II.


¿Voy? ¿Por qué No? Dicen estos del pie del camino que si tengo miedo. ¡Miedo yo! ¿A qué? A nada si en el horizonte del camino y de esa carreta se conserva la respuesta de mi felicidad. Aquello que puede convertirse en poema, en vida, en sol, en tiempo, en el ser, el alma, en la vida misma.

Ajolí, 67

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