sábado, 20 de junio de 2015

III Parte: Exaltación a María Santísima de la Sierra

Hoy, en la actualidad, la devoción a la Virgen de la Sierra no ha perdido ni un ápice de esplendor, riqueza y grandiosidad. El que aparentemente haya descendido la participación en las diversas romerías, algunas desgraciadamente desaparecidas, o incluso hermandades filiales que se han apagado en el tiempo, no ha mermado el estruendoso latir de los egabrenses cada amanecer cuando alzan la vista a la casita blanca y encomendamos nuestras vidas, nuestro trabajo, compartimos nuestros pesares, dolores, sufrimientos, cantamos y alabamos la eterna y radiante hermosura de la Serranita… todo el día es un constante otear el horizonte y sentir la protección, la ternura, el consuelo y la esperanza; y en la noche, contemplar el lucero de su mirada que arde sin cesar y que ni la oscuridad de la noche consigue apagar para poder en paz dejar descansar el alma, sabedores de que nuestros ojos se abrirán a un nuevo amanecer que peregrina al amanecer eterno donde estaremos en la presencia alegre, gozosa y angelical de nuestra siempre amada Virgen de la Sierra.

Nuestra devoción a la amorosa madre no hay nada ni nadie que jamás pueda oscurecerlo o poner sordina a nuestros vivas y cantos, menos aún cuando Ella, bendita entre las benditas, como en el principio a su prima Isabel, viene a visitarnos y a irradiar toda su hermosura. Todo egabrense dormita cada día del año con la dulce melodía del canto del poeta:

"Vísteme de Septiembre, madre,
que quiero besar el aire.
¡Aire de nardos y Sierra!
Aire, aire, aire"

Rafael Luna

Y por eso, de aquí a unos días, el 13 de junio, día de San Antonio, patrón de las Huertas Bajas, huertas de Cabra floridas, vergel lleno de flores y azahar, de jilgueros y de guindas, de madreselvas y arroyos, con el agua cristalina, que borda verdes tapices de sabrosas hortalizas, vendrá nuestra Señora a visitarnos en el aniversario de su ocultación y cuatro años antes de su aparición en 1240 en la bendita cueva que la conservó durante siglos. Y nuestro pueblo volverá a engalanarse, a encender las luminarias de sus corazones, a derramar fervientes plegarias, promesas y votos a la dulce Señora; y las calles se llenarán de amores y de fragancias,  y como decía el poeta:

¡Ya todo el pueblo camina
en torno Tuyo apretado!,
Los rosales han cuajado
solo rosas sin espinas,
con la dulce granazón
de amores que se llenaron
cuando Tus ojos ahondaron
en cada cual corazón.

.......     (Juan José Delgado)

Yo ya vibro locamente, como el niño que siempre he sido enamorado de mi Virgen de la Sierra, ya lloro, ya río, ya brinco, ya canto, ya me muero de alegría al saber que muy pronto llega mi madre del cielo a visitarme. Es ahora Ella la que ha tomado la iniciativa, es Ella la que ahora quiere venir a apretarme en sus pechos, es Ella la que quiere acunarme en la noche calurosa de junio, es Ella la que ahora quiere y desea que le susurre mis pensamientos, mis preocupaciones, mis sueños… abriéndome su corazón de par en par, lo mismo que yo la aprieto en mi cartera, queriendo atraparla en mi corazón cada día en la lejanía desde donde alzando la vista al horizonte puedo contemplar la casita blanca donde anida el Divino amor y la única razón de mi existir.

Ella es mi bandera, y ya sueño con ver la bandera y tambor de mi Virgen de la Sierra tomar los excelsos muros de la ciudad que el Rey Fernando tomó pacífica, grandiosa y generosamente. Una ciudad que cobija la Santa Iglesia Catedral consagrada a la Maternidad de la Virgen y que Góngora describe así:

¡Oh excelso muro, oh torres coronadas
de honor, de majestad, de gallardía!
¡Oh gran río, gran rey de Andalucía,
de arenas nobles, ya que no doradas!

¡Oh fértil llano, oh sierras levantadas,
que privilegia el cielo y dora el día!
¡Oh siempre gloriosa patria mía,
tanto por plumas cuanto por espadas!

Si entre aquellas ruinas y despojos
que enriquece Genil y Dauro baña
tu memoria no fue alimento mío,

nunca merezcan mis ausentes ojos
ver tu muro, tus torres y tu río,
tu llano y sierra, ¡oh patria, oh flor de España!

Pero antes de llegar a esta Patria mía de adopción, nuestra excelsa patrona, gracias a la generosidad de todos los egabrenses, podrá devolver la visita a tantas y tantas almas que a lo largo de los siglos han venido de Zuheros, Luque, Doña Mencía, Carteya, Espejo, Priego y sus aldeas, Montemayor, Montilla, Monturque. Peregrinos que venían a pie, familias enteras que al cobijo del cielo estrellado mortificaban sus cuerpos, que se sostienen en unos pies encallecidos del trabajo sacrificado que conlleva la pobreza y la austeridad. Cargados con ofrendas venían los lanchares arriba, a otros se les veía llegar por la Nava, algunos descansaban en los chaparros de la Viñuela, y a lo lejos se veía quién reponía fuerzas en los “corchones”..., todos querían llegar puntuales a la cita, a la misa del peregrino y también quedarse a la función solemne, para luego, gritar de alegría cuando la Virgen chica pero ¡guapa!, sonriente y llena de dulzura su mirada se paseara por los atrios de su casita blanca, sostenida por los hombros de esos hombres buenos que llamamos costaleros.

Durante muchos años, he podido ver los rostros de muchos ancianos, adultos, jóvenes y niños que dejaban entrever en sus ojos lágrimas de súplica, de perdón, de acción de gracias, y como titanes volvían sus cuerpos, muchos de ellos tullidos, llenos de esperanza y amor depositado por la Virgen de la Sierra en sus corazones, porque el que la mira y se deja mirar por ella, queda sobrecogido, embrujado en una borrachera de felicidad y ternura, cumpliéndose ese no sé qué que tiene mi amada Virgen de la Sierra.

Por eso Ella, la Reina de Cielo y Tierra, ha querido tocar los corazones de sus hijos queridos, todos los egabrenses, para que la dejéis marchar unos días a visitar cada rincón, casa, calle, plaza, de los pueblos y ciudad donde Ella es la Reina y Señora de toda la Subbética cordobesa. Templará en cada pueblo las almas de aquellos que en el campo santo esperan la resurrección definitiva y que tantas veces imploraron la misericordia de la Virgen de la Sierra, consolará a los enfermos y afligidos, especialmente los rostros que llevan la marca de la ancianidad y que son los valedores de la viva memoria de la devoción a la amantísima señora, acrecentará el amor de los esposos en este tiempo de vicisitudes, ensanchará la esperanza de los jóvenes que imaginan un futuro titubeante y acariciará tiernamente a los niños y los cogerá entre sus manos, como a su divino hijo, fruto de sus entrañas, y jugará con ellos y Ella escuchará amablemente las canciones que los pequeños le cantarán y que aprendieron de sus padres generación tras generación:

" Jesús que gozo
y que alegría
la nieve fría como blanquea.
La Virgen de la Sierra
bendita sea"

Villancico de Zuheros

Finalmente acabará este peregrinar tomando la ciudad sultana y mora a caballo de un blanco corcel que lleva impregnado el olor a huerta, gitanillas, geranios, dama de noche y aroma a nardo de mi pueblo. La Calahorra se derrumbará ante tal belleza y hermosura, los arcos del puente romano no dejarán que sus lindos pies toquen el agua del Guadalquivir y se conformará con llevar allende los mares el eco de la lindeza, delicadez, exquisitez de esta linda Virgen. El Arco del Triunfo se ensanchará para abrir paso a una corona que no se marchita, a la emperatriz del firmamento, las campanas de la vetusta Catedral elevaran sones angelicales, esta vez a sabor del canto de aquellos innumerables mártires, como nuestro patrón San Rodrigo, que derramaron hasta la última gota de su sangre por su fe en Jesucristo y su pasión por la Madre de Dios.

Y grandiosamente, peregrinará por las calles que atesoran la honda historia de esta ciudad, acompañada por los egabrenses venidos y que vigilantes escoltarán a la perfecta y egregia  Reina Coronada, también por los egabrenses de adopción, y por todos los devotos de la Señora de la Subbética que afincados en Córdoba saldrán con sus mejores preseas a recibir a tan precioso lirio y descubrirán a la sublime flor que falta en los patios cordobeses, que colman de locura los sentidos y que llenan de frescura, sosiego y paz esta tierra.

En su recorrido por Deanes, Buen Pastor, Valladares y Tesoro,  traerá la devoción y amor de todo mi pueblo: vendrán mis paisanos que te invocan como Remedios, ante la enfermedad; Angustias, en la dificultad; Mayor Dolor, en la enfermedad; Soledad, en el abandono; Esperanza, ante los sueños; Paz, en la violencia; Piedad, ante el error; Rocío, en la sequedad; Rosario, en toda plegaria; Buen fin, en cada palabra y pensamiento; Dolores, en la debilidad; Caridad, en el compartir; Desconsuelo y Lágrimas, en la impotencia; Dulce Aurora, en cada amanecer; Misericordia, en la injusticia; Inmaculada, al pedir la gracia; y siempre Socorro y auxilio en los avatares de cada día.

Y ya llegará a la plaza de la Trinidad, engalanada con los colores de tu valerosa y guerrera bandera, hechura de las manos curtidas en la hondura de la historia que la hilaron, y que hoy son flores salidas de los mayores de nuestras residencias que harán un palio que cobijará a la dulce y aromática rosa. Y a las puertas del templo que lleva por nombre al autor de la vida, la Iglesia de la Trinidad se abrirá de par en par para acoger a la más preeminente y eximia hija, amante y apasionante esposa, a la más tierna, amable, entregada y abnegada madre. Donde antes, esta graciosa belleza fue arca que cobijó a la Trinidad entera, es ahora la Trinidad entera la que alberga a la mediadora de todas las gracias, siendo ahora mi Virgen de la Sierra el precioso Lirio Blanco de la Trinidad, rosa de belleza celestial, que viene a alimentar nuestras almas con divinas bondades.


Y yo, Madre, cuando vea traspasar tus lindas y sencillas andas por el cancel de mi iglesia de la Trinidad, derramaré lágrimas trayendo a mi memoria a la mejor madre que tan tiernamente me regalaste, mujer fuerte, que a imagen tuya soportó grandes padecimientos y que en ningún momento titubeó en la fe y que vivía solo para ti, para amarte sin medida; a mi bendito padre, del que aprendí a trabajar y entregarme sin medida y sin preguntar; y a mi hermano mayor, que con prontitud te llevaste y que era el cirineo de mi hermano Miguel y mío. Y entre lágrimas, saltaré de alegría dando gracias por tantos dones recibidos de tu dulce corazón y henchido de orgullo y gratitud por venir a ver a este gran pecador, ampararme en tu misericordia y cantar alegremente que te amo, que te quiero, y que estoy enamorado apasionadamente de mi amada madre de la Sierra, y a la que en estos días pediré sin cesar que no me niegues tu favor. Ya en este atrio, seré quien grite y cante y baile de alegría proclamando: ¡Viva la Virgen de la Sierra! ¡Viva la Patrona de Cabra! ¡Viva la Paloma Blanca! ¡Viva el Consuelo de los afligidos! ¡Viva el orgullo de los Egabrenses! ¡Viva la Madre de Dios! ¡Viva nuestra Madre!

martes, 19 de mayo de 2015

Mirarla que guapa viene

Mirarla que guapa viene, es la letra de esta noche en la que ya velamos la espera gozosa de la Madre de Dios, y así expresa el devoto el amor por su madre, así vive y espera. Tradición que se pierde en el tiempo, y es esta la verdad, en espera de la oración que sale de lo mas profundo del interior que sabe que su corazón está puesto en la mirada de la Madre de Dios, rompiendo todos los muros, es en la vida de cada día donde todo se abre,todo cae, la oscuridad desaparece ante la luz estrellada que emanan los ojos de la Virgen del Rocio.

Ya en la marisma nos levantamos temprano, no hay hora para dormir cuando el alma está a la espera para verla de cerca salir. Vacíos venimos ante Ella, lo hemos dejado atrás todo, solo para que Ella inunde el alma con su ternura, belleza, pulcritud, de eterna hermosura. acariciados de Rocío para regar de esperanza las vidas de todos aquellos que aún no han podido ver cara a cara su mirada bonita, dejarse estar en sus manos, y confiados en el latir de su corazón. 

Este es nuestro amor, que no es oculto, porque nos desvivimos por Ella. No tenemos miedo, ni complejos, de expresar con todo nuestro ser la inmensa alegría de tener tan graciosa y bella Madre. Y a ella llevamos con humildad, con pequeñez, sencillez, las flores de nuestras buenas obras y las promesas de poner todo nuestro entendimiento, voluntad y corazón en ser imagen perfecta de la mejor HIja, abnegada esposa, y excelsa Madre.

Un revuelo de campanas despierta nuestra tierra, ya se ponen en camino los hijos de la Rociana y del Pastor Divino del Rocío. Ya los corazones se han purificado en el rocío que ha regado nuestros campos, y los cuerpos espigados, alegres y gozosos, calzan los votos y vuelven a reanudar el camino. Hoy espera el Quema, la primavera se resiste a su ocaso y colma de colorido los márgenes de este río de vida, un anticipo del paraíso, porque hoy el simpecado de la Virgen del Rocío santifica estas aguas como Cristo sumergiéndose bendijo las aguas del Jordán. Hoy, estas aguas  quedan bendecidas de la pureza de la Madre de Dios, y muchos lavaremos nuestras debilidades, nuestros pecados y miserias, y seguiremos recorriendo los caminos que nos lleven hasta tus plantas y llenarnos del aroma a tomillo, romero y retama que la marisma impregna tu manto cada aurora.

viernes, 15 de mayo de 2015

Un cálido despertar.

Querida familia y amigos

¡Qué lujo de tarde! ¡Qué noche tan estrellada! En el cielo se perciben los serafines y querubines que han interrumpido el eterno canto de alabanza a Dios porque el Simpecado de la Reina y Señora de nuestras vidas, rodeada de los corazones e inundada de la plegarias de todos sus hijos, comenzaba su andadura hacia la noche en el que el Espíritu Santo derrama sus dones sobre sus hijos, teniendo como testigo a la MADRE DE DIOS.

Las calles de Córdoba han rebosado una alegría inusitada. El original e irrepetible repicar de la Iglesia de San Pablo cantaba a la torre de la Catedral que dejara de sestear y levantara las antiguas campanas a tocar a vísperas porque la bendita hermosura de cielo y tierra, el signo de la Pastora de Almonte, cobijada en su carreta anunciaba su partida. Despertad campanas de la Catedral, cantar con vuestros vetustos sones y trovar, proclamar que los hijos de esta tierra bañada con la sangre de los mártires, de los que supieron dar la vida por el amor, se ponen en camino para contemplar, para dejarse enamorar por la tierna y preciosa pureza de la Divina Señora que llena de dulzura nuestra alma.

Ahora Madre mía, ya solos, ante tu Simpecado en esta parada, tras el tiempo de compartir preocupaciones, saludos a aquel que vuelvo a ver en este día, después de reponer fuerzas, de compartir cantos regados con tu nombre y tus virtudes, de alabarte con nuestros cuerpos en una danza a imitación del rey David ante el arca de la Alianza, baile de bendición y loa; ahora, ya todos se han marchado abandonándose en el sueño que te tiene a Ti, no sola como protectora y tutora en la debilidad de la conciencia dormida, sino como la razón de la paz cuando el alma descansa después de haber sido verdaderamente justa.

En este silencio, ahora que no nos oye nadie, tú y yo, posado en esta tierra, en la compañía del saltear de la lumbre que pide ser alimentada. ¡Ay, Mae! ¡Ay, Madre mía! ¿Qué me espera? Son tantas las cosas que tengo que contarte. Me imagino que las conoces todas. Y bien sabes, Madre Mía, que no soy bueno; como decía el bendito regalo que me diste, sí, esa madre mía que muy aprisa quisiste coronar a tu lado de la gloria angelical, y que no me gustó para nada, y en el tiempo comprendí que tu sabes mejor que nadie lo que más nos conviene. Pues esa madre mía, la madre que por amor me dio a luz decía cuando me sentaba ante ella, como esta noche ante Ti, ¡hijo mío, que poquito bueno hoy has sido!. Así es Señora, que poquito bueno soy, y arrepentido estoy, pero ¿por qué soy tan débil? ¡Ayúdame! Camino tras tu Simpecado para aprender y dejarme inundar por tu gracia y pureza de corazón y así gozar de la promesa de tu Divino Pastorcillo, la felicidad plena.

He hablado demasiado, ya clarea el día. ¡Bendita noche! ¡Bendita luz del alba! Es menester apagar las velas de la carreta, ya la candela se olvidó de nosotros, pero no hizo falta su presencia, el calor de tu corazón arropó el alma mía. Bueno Señora, voy a despertar a mis compañeros, y ¿sabes una cosa? Voy a ir corriendo a decirle a la mejor carreta, a la de Ajolí 10, allí mi familia y amigos descansan, que despierten que tengo algo importante que decirles. No me lo puedo callar ¡Madre!. 

¡Hermanos! ¡Despertad! La Pastora, Reina y Señora de las Marismas, me manda que salgáis de la carreta, contemplad este precioso amanecer, que quiere acariciar vuestros rostros, abrir vuestros ojos con el rocío de la mañana. Ah, y me ha dicho en la noche, que abráis los corazones de par en par, porque la Virgen del Rocío va a visitar en este día vuestras almas, y en el ocaso de la jornada, cuando languidezca el sol que nos levanta, nos susurrará qué cizaña hay en nuestras vidas y que hemos de extirpar, y con ella, después, alimentar la candela de la noche. Quemar los que nos impide amar.

Y aquí os dejo la letrilla de una rumba, iniciamos el caminar, esta bendita jornada de amor.

"Despertó temprano aquella mañana
Bastante cansada de no poder dormir
Cuando el mes de mayo entró en su ventana
Era el día en que su hermandad iba a salir.

Esos viejos botos calzaron sus pies
y las mismas flores adorna su pelo
Una bata blanca con lunares negros
Escalofríos corren su piel.
Va de peregrina va por los senderos.

Escuchó el estruendo de los cohetes
Se siente  el gentío pasar por su portal
Coge lo que tengas y andando vete
Y vive el camino otro año más.

Escuchar el alba cada amanecer
Cantar sevillanas junto a una candela
Contemplar la luna y su traje de estrellas
Y rezar la salve al atardecer
Morir de alegría volver con Ella.

Y estando frente a freten yo te pediré
Virgen del Rocío luna, sol y Reina
Madre mía del cielo y pastora almonteña.
Que me perdones si alguna vez

Te falto algún año mi marismeña".

jueves, 14 de mayo de 2015

A verla a Ella

Querida familia y amigos

Tras unos días en que la dulce, tierna y bella primavera se ha visto amenazada por la sequedad, fastidio, tedio del bochorno venido del desierto, amanecemos hoy, despertamos percibiendo en nuestros rostros el aire fresco, nuevo y reparador de la brisa marismeña; nuestro espíritu se hincha de los aromas que sólo desprende el trono de la Sabiduría, la Reina de cielo y tierra, que desde su ermita, como un repique de campanas, manda a los ángeles anunciar que ya está a la espera, que el Divino Pastorcillo ansía ver a sus hijos asidos a la reja pera bendecirlos.

Hoy parte la Hermandad del Rocío de Córdoba, y con ellos todos nosotros nos ponemos en camino. Comenzamos a peregrinar al encuentro de nuestra Madre bendita. Igual que los Magos de Oriente, guiados por la estrella, de diversos puntos del orbe, alumbrados por una luz refulgente en el horizonte, “una mujer, vestida de sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza”, iniciamos un andar alegre, con el corazón de par en par, con actitud de humildad y sencillez, con el expreso deseo de contemplar al ostensorio de Dios, Madre de nuestra, que nos ofrece en sus manos al Divino Redentor.

En esta nueva andadura no esperemos encontrar o experimentar las vivencias del ayer, de otras romerías, o aquél que por primera vez va al encuentro tampoco pretenda soñar con aquello que otros han vivido y que les anima a ponerse en camino. Ir a contemplar la Paloma blanca, a la Señora de la Marismas, implica comprometer todo mi ser –entendimiento-corazón-voluntad, en recorrer la senda interior. Bucear en lo más profundo de nosotros mismos poniendo al descubierto mis desencuentros con el Señor, mis debilidades, aquello que mancha la pureza de nuestra alma y que nos alejan de imitar al “Lirio Blanco de Eterna Pureza” que es la bella y hermosa flor del paraíso, jardín de la Trinidad.

Quien de verdad haga el camino dejándose iluminar por la gracia del Espíritu Santo descubrirá y gozará conocer y sentir el verdadero amor, porque nuestra Madre del Rocío le abrirá las puertas de su corazón y saboreará los deliciosos manjares y el néctar el mejor y mayor afecto y pasión. Entonces, el peregrino, el rociero, sí gustará la paz y la plenitud, estallará en cánticos y alabanzas que le mantendrán vivo en los duros combates de cada día saliendo victorioso porque tiene como capitana a la Virgen del Rocío.


Familia, amigos, como el año pasado, me ha vuelto a decir un trovador que coja el hato, y que con los cantos serenos y pizpiretos del Guadalquivir, de aquellas plumillas que se esconden en los arcos del río que fue romano, moro y hoy cristiano que salga corriendo, con mis remiendos, no sólo los del trapo, también con los del corazón, que no tenga miedo, que el Simpecado de la Madre de Dios, el Simpecado que nace entre geranios, gitanillas, que sabe  a jazmín, y al aroma a media noche;  que parte del silencio provocador del convento de San Pablo y que se impregna del azahar de los naranjos de la Catedral de la ciudad que vio nacer a Osio, predecesor del que hoy  preside la carreta y que lloró, rezó y se sobrecogió ante la Madre de Dios, San Juan Pablo II.