jueves, 30 de abril de 2015

Mes de María

“Estaba jugando Dios
con un lirio soberano;
se le cayó de la mano…
nació la Virgen María.
Mira tú cómo sería
de hermosa la flor aquella,
que hasta la Gran Hermosura
no dudó en jugar con ella.
Hoy la flor, madre y doncella,
Siendo espejo de blancura,
¡maravíllate, Pascual!,
se quiere purificar.”

Manuel Benítez Carrasco

Comenzamos el “Mes de María, el “Mes de las flores”, nuestra ciudad revestida de las mejores preseas con las que el Creador bendijo esta humilde tierra. Hoy las vemos engalanando la cruz, que revestida de hermosura sin igual, por las plazas y rincones más pulcros y admirados, manifiestan la victoria de nuestro Dios. En unos días serán los patios de nuestros hogares, lugar donde se derrama la ternura de la maternidad divina de hermosa blancura iluminada por la pátina de inmensos matices que llevan las señales del dolor, la espera, el regocijo, la esperanza y el fulgor del sol. Un mes que en nuestra tierra explota de algarabía y alegría en el ocaso de un tiempo que nos habla sólo de esperanza y paz de eternidad.

El “Mes de la Señora revestida de sol” cuya devoción hunde sus raíces en las cantigas del Rey Alfonso X el Sabio; en el siglo siguiente los joyeros de París llevaban a la Virgen una rama de plata adornada con brillantes y cintas llamada “mayo”. Ya en el siglo XVI, la devoción campa por Alemania e Italia y San Felipe Neri animaba a los jóvenes a encomendarse a la Santísima Virgen y a venerarla durante este mes. En el siglo XVII, los dominicos animaban la devoción en Fiésole y en el XVIII los jesuitas nos dejan las primeras codificaciones de esta devoción. Los papas Pío VII y el Beato Pío IX la aconsejaban y premiaron con abundantes indulgencias. En fin, una devoción que en nuestra tierra, “Tierra de María”, es vivida en profundidad por todo el pueblo fiel y devoto.


Os animo a orar ante la Madre medianera de todas las gracias, contemplando su mirada maternal, la pureza de su corazón, y llegar a la fuente de toda vida, al corazón de Cristo Jesús, su bendito hijo.  Es muy conveniente meditar los dogmas marianos, “Su Maternidad Divina”, “Su Inmaculada Concepción, “Su perpetua Virginidad”, “Su Asunción a los cielos”. Igualmente, asombrarse como Ella, la llena de gracia, sobresalió en todas las virtudes.

lunes, 27 de abril de 2015

Cabildo o Asamblea General de hermanos.

Un Cabildo General de la Hermandad es la reunión de todos los hermanos con derecho a voz y voto, constituyendo el más alto órgano deliberante y ejecutivo de la cofradía. Tiene la capacidad y competencia para realizar todo acto de disposición a tenor de los estatutos y teniendo presente las normas canónicas y las disposiciones del ordinario del lugar. Sus acuerdos son vinculantes a todos los miembros de la Hermandad, incluso a los no asistentes y a los que hubieren manifestado su disconformidad.

Cuando este órgano toma una decisión, implica que todos los hermanos disconformes con la decisión tomada, tienen el deber de cerrar filas, apoyar sin fisuras algunas y poner los medios humanos y materiales para la realización de este acuerdo. Cualquier decisión que signifique: dar un paso atrás, no participar, oposición constante…, evidencia que dichos miembros están rompiendo la comunión y lesionan la caridad que ha de reinar y presidir la vida de la Hermandad.

Observo con tristeza, que la inmensa mayoría de los miembros de las cofradías no dan el valor que merece a este órgano de gobierno. Es patético asistir a asambleas generales ordinarias y tener como asistentes a 20 o 30 personas de una Hermandad que cuenta con numerosos hermanos. Es incluso paupérrima la afluencia cuando se trata de un Cabildo Extraordinario de Elecciones a Hermano Mayor, salvo que se presenten varias candidaturas. Y lo que es indigno e intolerable, es cuando los miembros que no han asistido, a posteriori, se dedican a cuestionar o crear un clima de oposición.

Igualmente me llama la atención cuando las distintas Juntas de Gobierno se inquietan o ponen nerviosas cuando en estas asambleas los miembros cuestionan, preguntan, rechazan… las propuestas o el modo de gestión que llevan. ¡Por favor! Un hermano mayor y su junta no pueden ni deben olvidar que esta asamblea es soberana y que ellos tienen un aval de cuatro años y que, ante todo, se deben al parecer de sus hermanos. Gobernar es servir, y eso debería estar grabado a fuego. Del mismo modo, todos los hermanos hemos de ir a estas asambleas con el espíritu de construir y de velar por que se cuiden todos los aspectos de la cofradía, no sólo la Estación de Penitencia, la contabilidad o proyectos estéticos. Hay muchas otras dimensiones a las que no prestamos la debida atención. Y por encima de todo, está el mejor patrimonio de la Hermandad: LAS PERSONAS.


Desde aquí, animo a todos los cofrades a descubrir y participar en las asambleas ordinarias y extraordinarias, eso será un signo evidente de que a los hermanos les importa su cofradía y el culto y devoción a sus sagrados titulares.

martes, 21 de abril de 2015

Estación de Penitencia en la Catedral

Queridos amigos, en estos últimos tiempos apreciamos con gozo y alegría que nuestras hermandades y cofradías estén realizando esfuerzos y sacrificios importantes para realizar estación de penitencia en la Santa Iglesia Catedral. Igualmente, escucho y leo las razones que se esgrimen para justificar esta noble acción que no siempre son, a mi entender, las más acertadas; del mismo modo, se han realizado críticas o apreciaciones sobre el tránsito de las hermandades que no me han parecido del todo justas. Es decir, que muchos comentarios dogmáticos carecen del conocimiento del por qué es importante realizar estación de penitencia en el templo madre de la Diócesis.

 Ante todo, hemos de ser conscientes de que la Santa Iglesia Catedral es la expresión de la unidad y comunión de toda la Iglesia Diocesana, bajo la autoridad del Obispo, que nos mantiene en la unidad de la misma fe que hemos recibido a través del testimonio ininterrumpido de la sucesión apostólica: “La iglesia catedral es aquella en la cual el Obispo tiene situada la cátedra, signo del magisterio y de la potestad del pastor de la Iglesia particular, como también signo de unidad de los creyentes en aquella fe, que el Obispo anuncia como pastor de la grey” [1].

Por lo tanto, acudir a realizar la estación de penitencia es visibilizar y renovar nuestra comunión, que todos somos uno como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son uno. Somos el nuevo pueblo de Dios, que unidos en el amor, sale a las calles y plazas a animar en la esperanza a un mundo que por momentos pierde el verdadero sentido de la existencia y les lleva por un camino alejado de la felicidad plena. La visibilización de ese amor y unidad se convierte en un testimonio alegre y elocuente de la Buena Noticia: “La iglesia catedral "por la majestad de su construcción, es signo de aquel templo espiritual, que se edifica en las almas y que resplandece por la magnificencia de la gracia divina, según dice el Apóstol Pablo: "Vosotros sois templo de Dios vivo" (2 Co 6. 16). Además debe ser manifestación de la imagen expresa y visible de la Iglesia de Cristo que predica, canta y adora en toda la extensión de la tierra. Debe ser considerada ciertamente como imagen del Cuerpo místico de Cristo, cuyos miembros se unen mediante un único vínculo de caridad, alimentados por los dones que descienden como el rocío del cielo".[2]

Normalmente justificamos la estación de penitencia en el templo mayor con el hecho de realizar la adoración al Santísimo Sacramento o a la Cruz (Viernes Santo). Y ciertamente es un argumento muy válido, pero también como afirman muchos, esta adoración se puede llevar a cabo en otro templo en el itinerario de una Cofradía. Por lo que animo a tomar conciencia de que este momento de intimidad, recogimiento, oración y adoración ante el Señor Sacramentado también lleva consigo, en este sagrado lugar, la expresión extraordinaria de la comunión eclesial y la alegría de pertenecer a la Iglesia particular; conciencia que no siempre está tan viva dentro de nuestras hermandades y cofradías, ya que para muchos comienzan a verse y comprenderse como algo al margen de la propia Iglesia que se concreta en momentos de desafecto o falta de integración, comunión y colaboración con la vida parroquial.

Sí sería necesario, como muchos de vosotros habéis señalado en estos días, que los consiliarios deberíamos realizar alguna catequesis que ayudara a todos los hermanos a comprender e interiorizar el verdadero sentido de la estación de penitencia en la Santa Iglesia Catedral. Igualmente, se debería preparar con esmero este momento culminante. Es injusto exigir la actitud y acción con la que se ha de proceder en este lugar si previamente no hemos educado a los hermanos en este momento tan especial y hermoso. Y desde luego que se puede hacer. He tenido la enorme satisfacción de vivir mis mejores momentos de las tres estaciones de penitencia de las hermandades del Vía Crucis, Santa Faz y Perdón en la Santa Iglesia Catedral. El silencio sobrecogedor de los nazarenos y costaleros, la sencillez y espontaneidad de los niños postrados ante el Señor y, en todos, la actitud de recogimiento, piedad, devoción y oración.

Desde aquí, os sigo animando a todos a realizar estación de penitencia en la Santa Iglesia Catedral.



[1] Ceremonial de los Obispos, nº 42
[2]Ceremonial de los Obispos, nº 43

¡Cofrades! ¡Alégrense!

Hace unos días, un feligrés y docto cofrade, compartía conmigo las sensaciones que afloraban en su interior tras la Semana Santa. Me comentaba que percibía un clima encrespado, irritado, beligerante… en las hermandades y cofradías, o como dice otro “en el mundillo cofrade” o en la tribu “kofrade”. Este comentario me hizo caer en la cuenta de que efectivamente en las redes corrían regueros de críticas y comentarios con intención de poner de manifiesto los errores acontecidos. Sentí pena. Mucha tristeza.

En la octava de Pascua, me lanzo a gritar: ¡Cofrades!, ¡Alégrense! ¡Cristo ha resucitado! Hoy acontece un tiempo nuevo, hoy comenzamos a caminar por un sendero cargado de esperanza, dejen atrás la mochila pesada de la constante desafección, de los instrumentos de división, ¡Libérense! No os empeñéis en llevar una vida afligida, en penumbra, enlutada y raída… esa vida no es la vida cristiana, no es la existencia a la que hemos sido llamados con el triunfo de Cristo en la cruz. No se queden en la oscuridad, cerrazón y sinsentido del sepulcro. La piedra ha sido corrida, una luz nueva resplandece en el horizonte que devuelve la ilusión, la confianza y nuevas expectativas a la sociedad y a la comunidad cristiana de la que participamos.

Escuchen con los oídos de escuchar, abran el corazón y la razón, dejen que esponje el alma y anime nuestra voluntad las dulces palabras que resuenan en la creación sobreviniendo un nuevo comienzo: ¡PAZ A VOSOTROS! Cantemos jubilosos este canto armonioso que nos convoca a vivir como una única familia, un nuevo pueblo liberado de la esclavitud del pecado que corre veloz tras la huellas del “Eterno Contemporáneo”.  Una suave y apacible melodía que hemos de anunciar, pregonar y divulgar a los más alejados, compartiendo la certeza de que en Cristo Resucitado la vida del hombre alcanza su verdadero sentido.

Todo tiene un pero, queridos cofrades. Nadie da lo que no tiene. No seremos creíbles si realmente seguimos anclados en la incoherencia permanente; igualmente, si no somos conscientes de que un reino dividido está abocado a su desaparición. Por ello, comencemos por querernos más, apreciar nuestras diferencias, abrazarnos en lo que nos mantiene en la unidad: una sola fe, un solo Señor. Las hermandades y cofradías se sustentan en el amor a Dios y en el amor que nos profesemos los unos a los otros. Llevaremos una vida alegre y gozosa cuando verdaderamente optemos por tener los mismos sentimientos de Cristo.


“Este es el tiempo en el que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo”. Nos llama a una vida de justicia y paz, a vivir la alegría de la Buena Noticia. ¡Dichosos todos por creer sin haber visto! Mucho ánimo y no descuenten los días para un próximo Domingo de Ramos, sean diligentes en la cuenta atrás para el encuentro definitivo con Cristo Vivo en la vida eterna, y para ello hagamos acopio de aceite con aromas de caridad, para que cuando llegue el Maestro nos encuentre despiertos y con la mochila de las bienaventuranzas colmada y rebosada.