martes, 9 de febrero de 2016

Sudario de la Misericordia

Recientemente leía la noticia de que “La Verónica”, una copia del Rostro Santo o de la Santa Faz, peregrinó el 16 de enero desde la Basílica de San Pedro a la parroquia del “Santo Spirito in Sassia”, templo que nuestro venerado San Juan Pablo II dedicara a la Divina Misericordia. La copia del icono proviene del santuario del Rostro Santo, en Monoppelo, un pueblo de Italia.

Son muchos los estudiosos que han identificado el Rostro Santo de Manoppelo con el velo de Santa Verónica, en el que Jesús habría dejado una imagen de su rostro al limpiarse la cara en él de camino al Gólgota donde fue crucificado. Fue una reliquia muy venerada por el Papa Inocencio III, que en 1208, instituyó la procesión del Sagrado Rostro en la octava de la Epifanía desde San Pedro hasta la iglesia del “Santo Espíritu en Sassia”. La devoción creció tanto que llevó al Papa Bonifacio VIII a realizar el primer jubileo en 1300.

Como bien sabéis el nombre procede del latín significando “verdadero icono”.  Santa Verónica es recordada por su gesto compasivo hacia Jesús en su camino al Calvario. Mientras unos le agredían, insultaban, lanzaban improperios, muchos otros se mostraban indiferentes ante la crueldad e ignominia a la que estaba siendo sometido Nuestro Padre Jesús Nazareno de la Santa Faz. Esta mujer, en un gesto de extremada valentía, se acercó a Jesús y le enjugó el rostro con su velo. Aquel divino rostro, golpeado, escarnecido, ensangrentado y sudoroso suscitó en esta joven la misericordia. Ella tiene hacia nuestro Divino Maestro, la fuente de la misericordia, un gesto de inmenso amor y ternura que quienes lo habían recibido días antes entre palmas y ramos de olivo al grito de ¡Honsanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!, le negaron.

Hoy entre nosotros camina Jesús en muchos hombres y mujeres que llevan en sus rostros las señales del dolor, el sufrimiento, abatimiento y desolación. Muchos son los cuerpos escarnecidos, ofendidos, vejados, humillados y ultrajados. Hoy se necesitan jóvenes valientes capaces de sobreponerse “al que dirán”, alejados de la “dictadura de las ideologías”, sin miedo ni complejos, aguerridos jóvenes para levantar la voz y ponerse manos a la obra y compadecerse del que sufre, del que los poderes establecidos sean cuales fuere olvida y deja abandonados a su suerte.

Escuchaba en una “igualá” a uno de nuestros capataces decirle a los costaleros: “Vivir este año como si fuera el último” y que “os gustéis”. Sí, gustarse en lo estético y belleza del andar de nuestros titulares es magnífico; pero sería desbordante que haría que nuestros corazones estallaran de gozo si ese “gustarse” fuera unido al “gustarse” siendo costalero del Jesús Nazareno de la Santa Faz o María Santísima de la Trinidad que se mueve por nuestros barrios, callejuelas, plazas… tras las puertas de nuestros vecinos y que necesitan, que como la Santa Verónica, alguien tenga un gesto de amor y caridad hacia ellos.

Nuestra Hermandad y Cofradía aún es muy joven en historia, pero muy rica en sus gentes. ¡Hermanos!, en nuestro proceso de vida cristiana y cofrade debemos profundizar y fortalecer la vida cristiana para que todo lo que hacemos alcance verdadero sentido y no se convierta en un pasamiento más. En este Año Jubilar de la Misericordia os imploro a que revitalicéis vuestra vida de oración y la celebración de los sacramentos, especialmente la Eucaristía y la Penitencia. Sólo en la contemplación del rostro del Nazareno de la Santa Faz, dejándonos mirar por Él, dejando que entre en lo más profundo de nuestro corazón descubriremos cuánto amor nos tiene y que mal correspondemos a tanta bendición como de Él recibimos. Este Martes Santo tiene que ser más penitencial que ningún año. Hacer penitencia por los pecados cometidos, por las ofensas infligidas a Nuestro Señor de la Santa Faz y a la pureza de nuestra bendita Madre Amada de la Trinidad.

Un año para ejercitarnos en la compasión y misericordia con nuestros hermanos. Sí, dentro de nuestra propia casa, nuestra Cofradía. ¿Cómo atrevernos hacer estación de penitencia este Martes Santo sin antes haber sanado las heridas que nos hemos ocasionado en el devenir de estos años? Por ello, os propongo a todos un reto. Este año, durante el Quinario a Nuestro Padre Jesús Nazareno de la Santa Faz, aprovechemos para hacer una buena confesión, y en la Eucaristía de Regla, ganemos el jubileo al que hemos sido convocados por el Papa Francisco. Y que cada uno, particularmente, se dirija en algún momento, antes del Martes Santo, al hermano con el que haya tenido alguna debilidad y le haya ocasionado alguna herida y le pida perdón; y todos con un corazón compasivo, devolver ese gesto de humildad con una abrazo lleno de caridad.


Habrá quien piense que no tiene que pedir perdón a nadie porque tiene su conciencia tranquila, o incluso quien considere no perdonar las ofensas recibidas porque se siente muy dolido. Unos y otros están lejos del amor de Dios, lejos de ser buenos cristianos y cofrades. Los primeros no tienen humildad y los segundos no conocen la compasión y misericordia. Quien quiera ir tras las huellas de Jesús Nazareno de la Santa Faz, debe ser como la Verónica, y tomar para sí el sudario de la misericordia.

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