miércoles, 16 de abril de 2014

Tengo Sed

En este día, os invito a contemplar a Cristo clavado en la cruz y a escuchar de sus balbucientes labios pedir agua.
Pensemos por un instante en los hambrientos y sedientos del mundo. Aunque parezca mentira, en la actualidad son muchos los millones que no tienen agua para beber, que mueren de hambre, que claman y gritan: ¡Tengo hambre! ¡Tengo sed!
Pensemos en las víctimas de las injusticias, la represión y la guerra, en los que han perdido la esperanza de encontrar en esta tierra las indispensables condiciones de vida que reclama su dignidad de personas e hijos de Dios, en aquellos que sienten en sí hambre y sed de justicia, amor y paz.
No miremos a otro lado. El verdadero discípulo busca padecer los mismos dolores de Cristo, tiene sed de justicia, solidaridad, de superar las diferencias; tiene sed de pasar largos ratos en la presencia de Dios, de estar al lado del pobre e indigente, de gastar su vida al servicio de los enfermos y desvalidos, de crear el mejor mundo donde puedan crecer nuestros pequeños; tiene sed de que las jóvenes parejas nazcan con un proyecto consolidado, de apoyar a los matrimonios en dificultad, de consolar a los ancianos y menesterosos; tiene sed de acompañar a aquel que es rechazado por  la sociedad, acoger la cruz del otro y ser cirineo abnegado.
Tiene sed de ser otro Cristo. El rostro del Cristo sufriente, varón de dolores, siervo de los siervos. Tiene sed de ser causa de salvación para otros.

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