viernes, 18 de abril de 2014

El gran silencio

¡Mirad el árbol de la cruz donde estuvo clavada la salvación del mundo! ¡Mirad el costado de Cristo! Contemplad el instante en que el soldado romano abre la fuente de la que mana la vida, la salvación, el don de nuestra felicidad. Un surtidor de agua y sangre símbolos del bautismo y de la eucaristía, que como afirmaba san Juan Crisóstomo, en estos sacramentos se edifica la Iglesia.

Es una jornada para postrarse y adorar la cruz; la señal que identifica a los cristianos y que hemos de recuperar prendiendo de nuestro cuello o santiguándonos al pasar por las puertas de los templos. Es jornada para recorrer el itinerario del Vía Crucis y participar de la procesión de “Cristo muerto” hasta el sepulcro, obra de misericordia de los que nos tenemos como amigos y discípulos del Maestro.

Es el día para estar junto a la Madre Dolorosa, que envuelve en un manto trémulo de dolor el cuerpo yerto de aquel que en otro tiempo envolvió en pañales de gozo. Ahora ella llora en soledad, su corazón constreñido de angustia, traspasado por la vil y cruenta espada de dolor y tormento. Ella personifica a todas las madres que han llorado la muerte de un hijo. No hay consuelo. Sólo lágrimas y llanto silente.


Un gran silencio y soledad envuelven al mundo. Noche de vigilia y espera. “Todos los que militáis debajo desta bandera, ya no durmáis, ya no durmáis, pues que no hay paz en la tierra” (Santa Teresa de Jesús)

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