lunes, 5 de agosto de 2013

Vacaciones


Como bien sabéis me encuentro en ese periodo. Un tiempo y un espacio para la tranquilidad y descansar de la faena ordinaria. Todos necesitamos parar y estar con aquellas personas a las que quieres compartiendo largos ratos de charla, y realizar aquello que el ritmo de cada día te impide hacer.

Por desgracia, muchísimas personas, familias enteras, les gustaría poder decir lo mismo que estoy diciendo ahora y que por diversas circunstancias no lo pueden vivir. El tiempo de vacaciones, también es un tiempo para la solidaridad y no dejar en el olvido a tantos hogares truncados por falta de trabajo o por alguna desgracia que los inundan de tristeza y falta de esperanza.  Es por lo que os invito a todos a descansar y disfrutar procurando que los que no están en tu misma situación puedan participar de algún modo, con la ayuda de todos, de un tiempo de esperanza que signifique un punto de partida para salir y poder gozar del don precioso de la vida que se nos ha dado.

En vacaciones, hablábamos distendidamente unos amigos, que por desgracia muchas familias se rompen. Argumentaban que en este periodo se convive mucho más en el hogar que durante todo el año, y que era la causa de estas rupturas porque afloraban las diferencias y las distancias con la gran dificultad de que no se puede huir o refugiarte en otra cosa como el trabajo o las aficiones personales. En cambio pienso, que precisamente  estos momentos de crisis son una oportunidad preciosa para tomar conciencia de la necesidad que tenemos de buscar el diálogo sincero y en verdad. En vez de ser causa de ruptura, debería convertirse en el punto de partida para reforzar el vínculo del amor. El encuentro, la escucha, la palabra sencilla, el corazón ardiente de caridad, el espíritu de humildad… construyen, afianzan los cimientos, remozan la casa. Además, estas situaciones críticas nos pueden servir de examen y propósito de enmienda, nos han de dar alas para descubrir lo hermoso y bello del hogar, y cómo éste, henchido de amor y ternura, es el que nos permite alcanzar sentido de la propia existencia.

En vacaciones, tendemos también a relajarnos tanto que terminamos abandonándonos en todos los aspectos. Aunque vivamos más distendidamente conviene mantener de algún modo una cierta disciplina de vida. Y menos aún, darle vacaciones a nuestra vida cristiana. Al amor nunca se le da vacaciones. Pues al AMOR, a la fuente del AMOR VERDADERO, jamás. Sin Dios nuestra vida es estéril, es vaciedad. Nada nos va a llenar más que estar en su presencia y beber de la fuente de agua viva que mana y corre sin agotarse y comer del maná que nos alimenta para la vida eterna. Os animo, a cuidar el trato personal e íntimo con el Señor a la luz de su Palabra, celebrar la Eucaristía y a compartir con aquellas comunidades cristianas con las que vais a convivir estos días. 

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