jueves, 3 de octubre de 2013

Ellas, nos precederán en el Reino de los Cielos


Hace unos días, hablando con el P. Ignacio Doñoro sobre la situación que está viviendo en Puerto Maldonado, Perú, me contó una anécdota que me impactó e hizo ver cómo un gesto sencillo es la mayor expresión de valentía y fortaleza que nace de un corazón hecho sólo para amar como el del Maestro.

Me contaba, que en estos días había entrado el ejercito en Puerto Maldonado (20.000) y que habían destruido la maquinaria de los mineros. Era la segunda vez que vivía esta situación de caos y destrucción. En la primera ocasión, acorralaron a los mineros muy cerca del lugar en el que se encuentra el Hogar de Nazaret, en la zona de burdeles, y hubo tiroteos en la plaza donde se ubica la casa de acogida. Ante el hecho de que fueran a salir niños o entraran en el Hogar, las prostitutas se colocaran ante la puerta de la casa, como escudos humanos, para evitar que los niños fueran víctimas de esta barbarie. Hubo un antes y un después de este gesto de generosidad y valentía; surgió una amistad preciosa, convirtiéndose éstas, como María Magadalena, en las mejores amigas de esta casa. Al día siguiente, dieron gracias a Dios con una procesión con la imagen de la Virgen de Lourdes.

¡Qué gesto! ¡Qué simple gesto!, fruto de la espontaneidad y del corazón femenino capaz de arrancarse de sí misma para darse hasta el extremo. No necesitaron muchas estrategias, ni grandes planes, ni programas, ni muchos medios… sólo corazón, sólo capacidad de amar, sólo darse sin medida, sólo no pensar, sólo sentir, sentir, sentir…  Esa es la verdadera experiencia que verifica que somos hijos de Dios, aquellos que sin preguntarse están dispuestos a entregar la vida por el otro. Me siento avergonzado, de perder el tiempo como lo pierdo en mil historias vacuas y sin sentido, y cómo un simple y sencillo gesto es capaz de transformar la realidad y ser verdadera semilla del Reino de Dios; ese mismo Reino que nosotros nos empeñamos construir con grandilocuencias e intereses olvidando que simplemente se trata de sembrar una minúscula semilla que crecerá hasta convertirse en un árbol donde los pájaros puedan anidar. Y en cambio, nuestros esfuerzos están puestos en crear la copa olvidando que existe el tronco y las raíces y una semilla que murió así misma para dar fruto en abundancia. Por eso, nuestro árbol es una higuera estéril… y encima nos quejamos de que no de fruto.

Una vez más, el Señor, saca fuerza de la debilidad. Una lección a aprender. En nuestro plan quizás está buscar a los mejores, pero cuáles son los mejores, los que espera el mundo o los que espera Dios. Me quedo con el testimonio de San Juan de Ávila, un teólogo y predicador inconmensurable, pero ante todo discípulo y fiel hijo de Dios que vivía lo que predicaba. Y con el de éstas benditas mujeres, ELLAS PREDICARON CON LA VIDA, Y SU VIDA SE CONVIRTIÓ EN PREDICACIÓN.

4 comentarios:

  1. Me gusta su artículo, la clave de todo consiste, como usted bien dice, en vivir lo que se predica. Es la única manera que el mundo se convertirá.

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    1. Estamos hoy acostumbrados a hacer lo que yo digo pero no lo que yo hago Tu nos complicas la vida COMODA

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  3. Corazón de vida el de éstas mujeres, fieles a su instinto de amar olvidando la razón.

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