Llega el momento de la recogida. El
capataz manda arriar el paso, el sacerdote dirige la última oración e imparte
la bendición. Al instante, el diputado mayor de gobierno, con voz emocionada y
temblorosa, da por finalizada la estación de penitencia. En ese instante los
ojos derraman innumerables lágrimas, abrazos emocionados, besos y palabras de
felicitación, todas ellas acompañadas del término hermano.
Todos estos gestos y palabras derrochan
sinceridad, verdad del corazón, porque eso es lo que anida en el alma de los
cofrades. No obstante, la debilidad muy pronto aparece, pasan los primeros
minutos y vuelven a hacer acto de presencia las críticas revestidas de bondad
constructiva pero que, en definitiva, ponen de manifiesto la batalla interna
que tenemos que librar contra el mal. El tentador disfruta y vence cuando
siembra en nosotros la oscuridad como en Judas, la falta de compromiso y
lealtad de Pedro, la cólera de los fariseos y saduceos, la indiferencia de los
paganos, la deserción de los amigos y el reproche de quien se ahoga en la
desesperación en la hora de la muerte.
Por eso hoy, hay que mirar a los ojos de
Nuestro Señor, contemplar su mirada compasiva y misericordiosa, escuchar: “si
yo, el Maestro y el Señor os he lavado los pies, también vosotros debéis
lavaros los pies unos a otros, os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho
con vosotros, vosotros también lo hagáis”. Esta es la senda por la que han de
transcurrir nuestros pasos. Los cofrades somos llamados a vivir la hondura del
amor, el servicio, la generosidad de la palabra, la bondad de los pensamientos,
la ternura de la mirada, la humildad de inclinarnos ante el otro, la entrega de
la vida a favor del hermano.
Vivir un Jueves de Amor todo el año.
Evitar trasladar al clima cofrade la política mala y corrupta, los periodistas
e internautas amarillistas que convierten las redes y medios en un mediocre
programa rosa o en una taberna de vino barato y peleón. Me quedo con todos esos
cofrades buenos de verdad, sacrificados, lejos de los focos, que mueren por su
hermandad; con los informadores constructivos y amantes de las Cofradías, con
los que nos dejan con sus cámaras improntas para contemplar y rezar. Me quedo
con los que aman la hermandad, con los que aman en espíritu y en verdad a sus
hermanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario