Ayer en mi parroquia, en las horas
previas a la salida procesional de la hermandad de la Santa Faz, el nieto del
hermano mayor corría a mi brazos diciéndome “tito José Juan, hoy salimos”, un
peque que no levanta dos cuartas del suelo y con una sonrisa que llenaba de
alegría el templo, ante la mirada amorosa de la Virgen de la Trinidad, y de su
padre que me decía “el arbolito desde pequeño”.
Este momento suscitó en mí la idea de
compartir con vosotros una pequeña reflexión acerca de la incorporación de los
niños y jóvenes a las cofradías. La Agrupación y las hermandades han iniciado
una labor buena de cara a prestar mayor atención a los niños y jóvenes, pero
creo que aún queda mucho camino que recorrer. No podemos conformarnos con organizar chocolatadas para
los peques y decirles a los jóvenes que guapos y graciosos van en
representación de la hermandad. Ellos no están para pasear varas o aprendan a
engominarse el pelo y practicar cabezazos de salutación.
Hay que redoblar los esfuerzos en llevar
a cabo un proceso de iniciación, un pequeño noviciado antes de incorporarse
plenamente a una cofradía. Extensible a aquellos que en una edad más tardía
desean ser hermanos de una hermandad. Esto, porque en la actualidad hay
ausencia de verdaderas familias cristianas que como antaño transmitían a sus
hijos el tesoro heredado de la fe, la piedad y devoción a unos titulares.
Siguen habiendo muchos padres que vestir de esclavina o túnica o costalero a
las nuevas generaciones es una forma más de entretenimiento sano. Padres que
piensan: “mientras hagan esto mejor que otra cosa”.
Las cofradías han de plantearse un
trabajo serio antes de vestir la túnica o el costal. Hay que educar en la fe,
en el sentido iconográfico del misterio que procesionamos, en el culto y la
liturgia, la historia e identidad de la cofradía, conocer el patrimonio de la
hermandad, hacerlos partícipes de los trabajos que a lo largo del año se llevan
a cabo para preparar la estación de penitencia, generar momentos de encuentro y
convivencia para fortalecer los cauces de comunión y el sentido de
pertenencia,… un cúmulo de acciones antes de que por vez primera hagan
manifestación pública de la fe por las calles.
Nuestros niños y jóvenes no deben
considerarse un granero de papeletas de sitio efímeras, sino el manantial de
corazones enamorados sobre los que comienza a edificarse los cimientos de las
hermandades y cofradías del futuro.
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