Recientemente leía la noticia de que “La
Verónica”, una copia del Rostro Santo o de la Santa Faz, peregrinó el 16 de
enero desde la Basílica de San Pedro a la parroquia del “Santo Spirito in
Sassia”, templo que nuestro venerado San Juan Pablo II dedicara a la Divina
Misericordia. La copia del icono proviene del santuario del Rostro Santo, en
Monoppelo, un pueblo de Italia.
Son muchos los estudiosos que han
identificado el Rostro Santo de Manoppelo con el velo de Santa Verónica, en el
que Jesús habría dejado una imagen de su rostro al limpiarse la cara en él de
camino al Gólgota donde fue crucificado. Fue una reliquia muy venerada por el
Papa Inocencio III, que en 1208, instituyó la procesión del Sagrado Rostro en
la octava de la Epifanía desde San Pedro hasta la iglesia del “Santo Espíritu
en Sassia”. La devoción creció tanto que llevó al Papa Bonifacio VIII a
realizar el primer jubileo en 1300.
Como bien sabéis el nombre procede del
latín significando “verdadero icono”.
Santa Verónica es recordada por su gesto compasivo hacia Jesús en su
camino al Calvario. Mientras unos le agredían, insultaban, lanzaban
improperios, muchos otros se mostraban indiferentes ante la crueldad e
ignominia a la que estaba siendo sometido Nuestro Padre Jesús Nazareno de la
Santa Faz. Esta mujer, en un gesto de extremada valentía, se acercó a Jesús y
le enjugó el rostro con su velo. Aquel divino rostro, golpeado, escarnecido,
ensangrentado y sudoroso suscitó en esta joven la misericordia. Ella tiene
hacia nuestro Divino Maestro, la fuente de la misericordia, un gesto de inmenso
amor y ternura que quienes lo habían recibido días antes entre palmas y ramos
de olivo al grito de ¡Honsanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!,
le negaron.
Hoy entre nosotros camina Jesús en muchos
hombres y mujeres que llevan en sus rostros las señales del dolor, el
sufrimiento, abatimiento y desolación. Muchos son los cuerpos escarnecidos,
ofendidos, vejados, humillados y ultrajados. Hoy se necesitan jóvenes valientes
capaces de sobreponerse “al que dirán”, alejados de la “dictadura de las
ideologías”, sin miedo ni complejos, aguerridos jóvenes para levantar la voz y
ponerse manos a la obra y compadecerse del que sufre, del que los poderes
establecidos sean cuales fuere olvida y deja abandonados a su suerte.
Escuchaba en una “igualá” a uno de
nuestros capataces decirle a los costaleros: “Vivir este año como si fuera el
último” y que “os gustéis”. Sí, gustarse en lo estético y belleza del andar de
nuestros titulares es magnífico; pero sería desbordante que haría que nuestros
corazones estallaran de gozo si ese “gustarse” fuera unido al “gustarse” siendo
costalero del Jesús Nazareno de la Santa Faz o María Santísima de la Trinidad que
se mueve por nuestros barrios, callejuelas, plazas… tras las puertas de nuestros
vecinos y que necesitan, que como la Santa Verónica, alguien tenga un gesto de
amor y caridad hacia ellos.
Nuestra Hermandad y Cofradía aún es muy
joven en historia, pero muy rica en sus gentes. ¡Hermanos!, en nuestro proceso
de vida cristiana y cofrade debemos profundizar y fortalecer la vida cristiana
para que todo lo que hacemos alcance verdadero sentido y no se convierta en un
pasamiento más. En este Año Jubilar de la Misericordia os imploro a que
revitalicéis vuestra vida de oración y la celebración de los sacramentos,
especialmente la Eucaristía y la Penitencia. Sólo en la contemplación del
rostro del Nazareno de la Santa Faz, dejándonos mirar por Él, dejando que entre
en lo más profundo de nuestro corazón descubriremos cuánto amor nos tiene y que
mal correspondemos a tanta bendición como de Él recibimos. Este Martes Santo
tiene que ser más penitencial que ningún año. Hacer penitencia por los pecados
cometidos, por las ofensas infligidas a Nuestro Señor de la Santa Faz y a la
pureza de nuestra bendita Madre Amada de la Trinidad.
Un año para ejercitarnos en la compasión
y misericordia con nuestros hermanos. Sí, dentro de nuestra propia casa,
nuestra Cofradía. ¿Cómo atrevernos hacer estación de penitencia este Martes
Santo sin antes haber sanado las heridas que nos hemos ocasionado en el devenir
de estos años? Por ello, os propongo a todos un reto. Este año, durante el
Quinario a Nuestro Padre Jesús Nazareno de la Santa Faz, aprovechemos para
hacer una buena confesión, y en la Eucaristía de Regla, ganemos el jubileo al
que hemos sido convocados por el Papa Francisco. Y que cada uno,
particularmente, se dirija en algún momento, antes del Martes Santo, al hermano
con el que haya tenido alguna debilidad y le haya ocasionado alguna herida y le
pida perdón; y todos con un corazón compasivo, devolver ese gesto de humildad
con una abrazo lleno de caridad.
Habrá quien piense que no tiene que pedir
perdón a nadie porque tiene su conciencia tranquila, o incluso quien considere
no perdonar las ofensas recibidas porque se siente muy dolido. Unos y otros
están lejos del amor de Dios, lejos de ser buenos cristianos y cofrades. Los
primeros no tienen humildad y los segundos no conocen la compasión y
misericordia. Quien quiera ir tras las huellas de Jesús Nazareno de la Santa
Faz, debe ser como la Verónica, y tomar para sí el sudario de la misericordia.
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