…en este último tiempo ser anticlerical o
rechazar todo lo que suene a Iglesia. Sorprende cómo se alzan en la actualidad,
a través de los medios de comunicación, muchas voces que de forma hiriente
ponen en el punto de mira a la Iglesia como la madre de todos los males de la
humanidad. Efectivamente, la Iglesia es pecadora en sus miembros y cometemos
muchísimos errores, algunos de ellos muy graves, que causan profundo dolor a la
sociedad. Pero no es menos cierto, que la Iglesia también es Santa, y se eleva
en el mundo como la voz de la conciencia, una voz profética que denuncia las
injusticias y que es incómoda para quienes ostenta el poder o aspiran a dominar
y someter bajo un terrible yugo a los pueblos.
Quienes formamos al Iglesia somos personas
que vivimos en sociedad, y que desde nuestras convicciones, como otros
colectivos, trabajamos en la construcción de la misma, en el desarrollo y
progreso de los pueblos. Los cristianos, la Iglesia, no podemos reducir nuestra
experiencia, nuestra fe, al ámbito de lo privado. Es connatural a nosotros
mismos, es el fundamento de nuestra identidad: ser hijos de Dios. Por ello, en
la vida familiar, en nuestra comunidad o grupo, en el trabajo, en la vida
pública, ya sea participando en asociaciones, acción política, sindical… no
podemos abdicar de nuestra condición cristiana ni tampoco nadie nos puede
exigir que lo hagamos. Como tampoco nosotros exigimos a nadie que renuncie a
sus principios ideológicos o convicciones personales, más bien, salimos a su búsqueda y nos esforzamos en alcanzar puntos de encuentro desde el diálogo respetuoso, y
juntos construir y trabajar por el bien común.
No es justo, ni ético, que una sociedad
que se precie relegue a la Iglesia al silencio. La quiera expulsar de la vida
pública. Una larga historia la avala para poder decir una palabra. Por ello,
animo a todos a buscar espacios y tiempos para compartir experiencias, ideas,
proyectos… Creo en el ser humano, creo en sus posibilidades, confío en que es
capaz de sobrevolar sobre los prejuicios y admirarse y contemplar con asombro
al otro, alegrándose de la belleza que desprende su vida. No tengamos miedo al
que es distinto, vayamos a su encuentro; el otro es una oportunidad de riqueza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario