Comenzaba
la primera semana de Cuaresma invitando a examinar nuestra vida, discernir en
la profundidad de nuestro corazón, a la luz de la Palabra de Dios, en el clima
del recogimiento e intimidad del Sagrario o ante la contemplación de las imágenes
de nuestros Titulares, qué hay de cizaña y trigo. Iniciar un camino en verdad
que nos llevara a descubrir las mendacidades, insidias, maledicencias… que nos
alejan de Dios y nos incapacitan para amar, abolen nuestra libertad y nos
niegan la felicidad plena.
Hoy,
con el corazón del hijo pródigo nos disponemos a celebrar intensamente el misterio
central de nuestra fe y, a imagen de Jesús clavado en la cruz, mostrar entrañas
de compasión y misericordia; con el corazón de la mujer samaritana, henchido
del don del “Agua Viva”, aprestarse a convertir el nuestro en un pozo que se
colma con la sangre derramada por el corazón traspasado del Amor de los amores;
y con el corazón del ciego de nacimiento, amante de la sencillez y en búsqueda
de la verdad, confesar abierta y públicamente, sin temer a la persecución ni al
martirio, que el Señor es la única luz verdadera que plenifica y da sentido a
la existencia, la sublime antorcha que destruye y dispersa las tinieblas e
ilumina la creación entera.
Si
hasta hoy hemos cogido el hatillo y recorrido la senda estrecha que nos lleva a
la liberación de lo que nos esclaviza, no erremos en el tramo final. Que la
puesta en escena, bella y preciosista, de los pasos de misterio y palio por
nuestras calles no nublen nuestros sentidos y nos quedemos en la forma
volviendo a las andadas. Que afrontemos cada día de la Semana de Pasión como
una gracia para acercarnos más al Señor, conocerle para así amarle y gozar de
la libertad que Él nos gana con la entrega de la propia vida.
¡Amigos
Cofrades! El esfuerzo realizado se verá bien recompensado en estos días.
Internamente, nazarenos, costaleros, músicos, penitentes…, en la estación de
penitencia revestiremos el corazón con los sentimientos de Cristo, siervo
sufriente, siendo cirineos que compadecen con Él. Y, paso a paso, con los pies
muy juntitos, sin estridencias, con sencillez y humildad, llevaremos consuelo a
los afligidos, esperanza a los abatidos y sentido al que busca sinceramente la
verdad.
Llegó
el día de dar testimonio de nuestra fe.
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