El cielo llora y los corazones de los
rocieros se robustece. Duro es el peregrinar de la vida, más duro se hace
cuando se han de vencer las hostilidades e impedimentos ajenos a tu voluntad. El
superar la adversidad con trabajo, sacrificio, compañerismo y camaradería, y
ante todo con una profunda y recia fe, la Virgen bien bendice esos corazones.
Rocieros fatigados, rostros que dibujan
el rigor del día y la gélida noche. Pero en el amanecer, cuando el cielo más
llora porque los ángeles no quieren perderse la noche de Pentecostés, las almas
rocieras arden de alegría y entusiasmo porque ya esta cerca la hora de
contemplar la mirada de la Divina Pastora, y así dar gracias por una vida de
ternura y amparo de la excelsa Señora.
Elevemos, en esta lluviosa mañana en la
aldea del Rocío y en los caminos que llevan a la fuente del divino Pastorcito,
una plegaria por todos los peregrinos que están ofreciendo este sacrificio en
voto o promesa, en acción de gracias o implorando la misericordia y piedad de
nuestro Redentor.
Hagamos que sientan el calor y el cobijo
de todos los que desde lejos les seguimos con devoción y gratitud porque en sus
espaldas cargan nuestras oraciones a la Blanca Paloma.
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