Hace como trece años que Mons. Asenjo me encargó la tarea de
asumir la responsabilidad de la programación religiosa local de COPE. A partir
de ese momento, ya sea en un lugar o en otro, he estado de alguna manera
vinculado a la tarea de los medios de comunicación en Córdoba. En estos años,
he conocido a muchas y maravillosas personas de las que he aprendido muchísimo.
Con el tiempo, la relación profesional fue dando paso a una
amistad verdadera. En todos he encontrado afecto sincero en el plano humano y
respeto a mi tarea como sacerdote. Por ello, he vivido con tristeza la marcha
de bastantes periodistas, técnicos, comerciales, por culpa de una crisis que
priva a la sociedad de un ejército de valientes dispuestos a hacer valer la
verdad. Igualmente, he visto marchar con alegría a otros como Charo Gutiérrez,
Fernando del Valle, Juan Narbona, Antonio Hernando, ya sea porque asumían retos
mayores o porque alcanzaban la jubilación. Finalmente, el hasta ahora director
de este periódico, Luis P. Bustamante, también toma la senda de un alto desafío
que le lleva a tierras onubenses.
El amigo “Tuto”, como profesional, reúne a mi parecer tres
requisitos fundamentales: la Sinceridad, un quehacer impulsado por la fidelidad
a la conciencia, reflejar lo que sinceramente cree y piensa; la Honestidad, con
su pluma y manejo del lenguaje nos persuade hasta el extremo de que el contenido termine calando en el interior;
la Veracidad, jamás, por muy certera que fuere su intuición sobre algo, no pone
negro sobre blanco sin antes haber contrastado debidamente. A esto se le une su
juventud, valentía… y, en ocasiones, ganas de tocar las narices. El resultado
era un buen trabajo y un extraordinario servicio a la sociedad y a nuestra ciudad.
Como a él siempre le gusta decir: “mi periódico marca la agenda”.
En el ámbito personal, echaré mucho de menos esa llamada de
teléfono y escuchar: “¿qué tal estas, pae?”, “¿cómo van las cosas, hermano en
Cristo?” Vuela un amigo con el que he vivido momentos extraordinarios junto a
su esposa Carmen y sus hijos. Añoraré esas largas conversaciones en la barra de
un bar, nuestras diatribas teológicas y filosóficas, riñas, enfados y algún que
otro combate. En tanto nos llegue otra vez Jerusalén, camina allí donde el
Guadalquivir termina su tránsito, a una orilla tu patria chica y a la otra aroma a marismas que te llevan al cálido
abrazo de la Blanca Paloma. Ella cuidará de vosotros y te bendecirá en esta
nueva aventura. Adiós “pae”.