Comienza
la cuenta atrás. Esa es la expresión que he visto en diversas redes sociales y
en cualquier lugar donde se respira clima cofrade. Me sorprende, que incluso
tras el Domingo de Resurrección, comienzan los contadores electrónicos a
señalar la fecha de la próxima Semana Santa. Salvando el elemento anecdótico y
simpático del hecho, me hace pensar que para muchos la vida cristiana puede
quedar reducida a una puesta en escena que roza los tintes de lo cómico,
oscureciendo la verdad en sí misma, que no
es otra que vivir la Estación de Penitencia como expresión profunda de
la fe que compartimos y celebramos.
A
inicio de la Cuaresma, considero que debemos lanzar una mirada a nuestro
interior y armarnos adecuadamente para celebrar con gozo el misterio de nuestra
fe: Pasión-Muerte-Resurrección de Nuestro Señor. En la cincuentena cuaresmal, no
podemos quemar todas las energías en ensayos, reparto de túnicas, disponer los
enseres para los pasos, organizar conciertos, tertulias, pregones… en fin, todo
mirando hacia fuera. Más bien, redoblar la atención en aquellas acciones que
nos permiten cultivar nuestra amistad con el Señor para así dar un testimonio
elocuente de su amor por nuestras calles y plazas como pueden ser los cultos y
los actos de piedad.
En
la cuenta atrás de la Cuaresma, es preciso e ineludible para todo cofrade trabajar los medios que la
Iglesia propone para alcanzar un cambio radical en lo personal y como Cofradía:
cultivar la vida de oración, el ayuno y la limosna. Si dedicamos espacio y
tiempo a gustar de la presencia del Señor a la luz de su Palabra lo conoceremos
más profundamente, los amaremos intensamente y desearemos ardientemente
imitarle. Si somos capaces de practicar el ayuno físico y también ayunamos de
aquellos hábitos que generan en nosotros actitudes de envidia, soberbia,
egoísmo, maledicencia… seremos luminarias que prendan el corazón de aquellos
que nos rodean convirtiendo nuestra sociedad en un manantial de caridad.
No
olvidemos que el contador de nuestra vida también va descontando los días de
nuestra existencia, por lo tanto, no desperdiciemos el tiempo en las boberías
que nos alejan de Dios y truncan la comunión. Todos, incluidos mis compañeros
pateros, los que de un modo u otro vivimos con expectación estos días,
busquemos lo verdadero: anunciar a Jesucristo, Buena Noticia.
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