Hoy
estamos ante el último despertar, un despertar distinto, ese despertar que
aspirábamos, ansiábamos, deseábamos ardientemente, ese despertar como ninguno,
el despertar que nos reuniera a todos bajo el manto de esa Blanca Paloma, que
como lucero del alba nos ha ido guiando hasta encontrarnos con la mirada
piadosa y compasiva del Pastorcillo Divino.
A lo
largo de este camino virtual que hemos recorrido pasito a pasito, cada uno de
nosotros ha abierto de par en par su corazón compartiendo lo más íntimo,
haciéndonos unos a los otros partícipes de la belleza, verdad y autenticidad
que cada uno esconde en lo profundo de su corazón que fue grabado por la llama
del Espíritu, el mismo que aleteo el amor divino en las entrañas de la Señora
de las marismas haciéndola Madre de Dios y madre nuestra.
Una
letra dice así: “Aunque tu cara es bonita, yo con tus manos me quedo, y es que
en tus manos yo estoy y es que en tus manos estaremos, y si te fijas y
contemplas la ternura con la que a su niño acaricia verás que no hay que ser
humano que no se muera de envidia”. Ajolí, 67 no se muere de envidia, quizás
habrá quien sienta envidia de Ajolí, 67, porque esta pequeña familia rociera se
siente en los brazos de la Reina de las Marismas, “Esa Paloma Blanca” que nos
ha atraído a su corazón misericordioso para que nos quedemos allí, gustemos,
gocemos de las entrañas amorosas, que en su pequeñez y sencillez, nos alumbró
la salvación y la vida plena.
Cada
uno de vosotros habéis ido pidiendo algo a la Santísima Virgen, yo vengo,
sencillamente a darle gracias, y el otro día mis ojos se inundaron de lágrimas
diciéndole gracias, gracias, mil gracias…. Sentía la necesidad de gritar y
decirle ¡Guapa mía! ¡Cuánto te quiero! Gracias por tu regalo y perdóname por no
haber sido sencillo y humilde y haber aceptado y comprendido cuál era la
voluntad de tu Divino Hijo, no supe decir contigo “Aquí estoy para hacer tu
voluntad”.
Hace
un año, le pedía a la Virgen Santísima que me ayudara en un proyecto. Y mira
por donde, Ella todo lo cambió y lo hizo nuevo. Fue todo lo contrario. Me
rebelé contra Ella y contra su Divino Hijo, cómo no podía atender mi plegaria
sabiendo como la quiero y amo. Hasta que uno descubre que no siempre pedimos lo
que más nos conviene, y como dicen por estos lares, la Virgen es muy larga y
nos sorprende, nos arrebata de tal manera que sabe dónde se halla nuestra verdadera
felicidad. Y así lo hizo, como a Ella le convino, y removió toda mi vida, la
transformó y la torno más bella y plena.
En
este despertar, con lágrimas en mis ojos, sólo puedo decir gracias bendita
Señora por haberme dado esta familia rociera. Por el amigo Juan Antonio que ha
hecho que todos nos cobijemos bajo el manto de la Reina y Señora de cielo y
tierra, que con cantos sublimes sostienen los ángeles. Especialmente doy
gracias, por esos hermanos que me han acompañado en el dolor y sufrimiento,
aquellos que con su compañía, generosidad, entrega, y sacrificio me han
sostenido en la debilidad y desvalimiento; de ellos, Madre del Rocío te has
valido para que hoy viva mi sacerdocio con un nuevo ardor, más fuerte y alegre
que hace 21 año. Mi Pilar y Juanra, Jose y Elena, mis niños…, por ellos te
doy gracias, Sí y no me cansaré de darte
gracias. Hoy mis padres desde el cielo cantan de alegría porque sus hijos
tienen una familia preciosa y bella, y solo gracias a tu atención maternal,
Madre y Reina del Rocío.
Buenos
días Romeros!!!!
¡Viva
la Virgen del Rocío! ¡Viva esa Paloma Blanca! ¡Viva la Reina de las Marismas!
¡Viva el Pastorcillo Divino! ¡Viva Ajolí, 67! ¡Viva la Madre de Dios! ¡Viva la
Madre de Dios! ¡Que Viva la Madre de Dios!
José
Juan Jiménez Güeto