El género humano no es muy proclive a reconocer los méritos del
prójimo en vida. En cambio, sí se muestra decidido a alabar o reconocer la obra
y trayectoria de un individuo cuando este ya ha sido atrapado por la muerte y
queda definitivamente privado de poder disfrutar y agradecer el gesto. No
obstante, esta semana hemos podido compartir un momento excepcional: el homenaje
promovido por compañeros y amigos hacia nuestro admirado hermano en la fe, Juan
José Jurado Jurado.
La prensa se hacía eco en el mes de marzo de que este registrador de la propiedad, mercantil y de
bienes muebles de Sevilla, recibía la Cruz de San Raimundo de Peñafort. Una
distinción con la que esta Orden premia los méritos contraídos por cuantos
intervienen en la Administración de Justicia y en su cultivo y aplicación del
estudio del Derecho. Esta semana han sido sus propios compañeros registradores
y personal con el que ha trabajado allá donde ha estado, los que nos convocaron
para reconocer públicamente no sólo a un extraordinario profesional, sino
también, a una mejor y maravillosa persona.
Además de su perfil profesional, estamos ante una
persona de profundas convicciones cristianas, su fe, vertebra su existencia.
Piadoso y devoto de Ntra. Sra. de los Dolores a la que cada viernes dirige,
junto a sus hermanos, piadosas plegarias. Militante en el ejercicio del
compromiso evangelizador, nunca se arruga, ni se esconde ni se diluye. Siempre
ha dado un paso al frente haciendo protestación pública de su fe y, en
ocasiones, a imitación de San Raimundo, con tintes apologéticos. Este jueves hicieron
acto de presencia personas provenientes de las más diversas realidades, algo
que evidencian el carácter cercano y afable, espíritu de servicio y generosidad,
estilo humilde y sincero...
El hecho de traer aquí este homenaje tiene como
objeto reconocer el gesto de compañeros y amigos a los cuales ni la envidia ni
la soberbia les han impedido agraciar y distinguir a Juanjo. Estoy convencido
de que nuestra sociedad carece de gestos honestos, desprendidos y generosos. Reconocer
la trayectoria del otro sin la ruin ni malévola intención de obtener un
beneficio, tan sólo premiar el mérito, el esfuerzo, sacrifico y donación del
individuo. La sociedad necesita cada vez más que quienes la conformamos
empleemos el intelecto, el corazón y la voluntad, en apreciar lo que al otro le
hace distinto y liberarse de la enfermedad de la destrucción del prójimo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario