Querida familia y amigos
¡Qué lujo de tarde! ¡Qué noche tan
estrellada! En el cielo se perciben los serafines y querubines que han
interrumpido el eterno canto de alabanza a Dios porque el Simpecado de la Reina
y Señora de nuestras vidas, rodeada de los corazones e inundada de la plegarias
de todos sus hijos, comenzaba su andadura hacia la noche en el que el Espíritu
Santo derrama sus dones sobre sus hijos, teniendo como testigo a la MADRE DE
DIOS.
Las calles de Córdoba han rebosado una
alegría inusitada. El original e irrepetible repicar de la Iglesia de San Pablo
cantaba a la torre de la Catedral que dejara de sestear y levantara las
antiguas campanas a tocar a vísperas porque la bendita hermosura de cielo y
tierra, el signo de la Pastora de Almonte, cobijada en su carreta anunciaba su
partida. Despertad campanas de la Catedral, cantar con vuestros vetustos sones
y trovar, proclamar que los hijos de esta tierra bañada con la sangre de los
mártires, de los que supieron dar la vida por el amor, se ponen en camino para
contemplar, para dejarse enamorar por la tierna y preciosa pureza de la Divina
Señora que llena de dulzura nuestra alma.
Ahora Madre mía, ya solos, ante tu
Simpecado en esta parada, tras el tiempo de compartir preocupaciones, saludos a
aquel que vuelvo a ver en este día, después de reponer fuerzas, de compartir
cantos regados con tu nombre y tus virtudes, de alabarte con nuestros cuerpos
en una danza a imitación del rey David ante el arca de la Alianza, baile de
bendición y loa; ahora, ya todos se han marchado abandonándose en el sueño que
te tiene a Ti, no sola como protectora y tutora en la debilidad de la
conciencia dormida, sino como la razón de la paz cuando el alma descansa
después de haber sido verdaderamente justa.
En este silencio, ahora que no nos oye
nadie, tú y yo, posado en esta tierra, en la compañía del saltear de la lumbre que
pide ser alimentada. ¡Ay, Mae! ¡Ay, Madre mía! ¿Qué me espera? Son tantas las
cosas que tengo que contarte. Me imagino que las conoces todas. Y bien sabes,
Madre Mía, que no soy bueno; como decía el bendito regalo que me diste, sí, esa
madre mía que muy aprisa quisiste coronar a tu lado de la gloria angelical, y
que no me gustó para nada, y en el tiempo comprendí que tu sabes mejor que
nadie lo que más nos conviene. Pues esa madre mía, la madre que por amor me dio
a luz decía cuando me sentaba ante ella, como esta noche ante Ti, ¡hijo mío,
que poquito bueno hoy has sido!. Así es Señora, que poquito bueno soy, y
arrepentido estoy, pero ¿por qué soy tan débil? ¡Ayúdame! Camino tras tu
Simpecado para aprender y dejarme inundar por tu gracia y pureza de corazón y
así gozar de la promesa de tu Divino Pastorcillo, la felicidad plena.
He hablado demasiado, ya clarea el día.
¡Bendita noche! ¡Bendita luz del alba! Es menester apagar las velas de la
carreta, ya la candela se olvidó de nosotros, pero no hizo falta su presencia,
el calor de tu corazón arropó el alma mía. Bueno Señora, voy a despertar a mis
compañeros, y ¿sabes una cosa? Voy a ir corriendo a decirle a la mejor carreta,
a la de Ajolí 10, allí mi familia y amigos descansan, que despierten que tengo
algo importante que decirles. No me lo puedo callar ¡Madre!.
¡Hermanos!
¡Despertad! La Pastora, Reina y Señora de las Marismas, me manda que salgáis de
la carreta, contemplad este precioso amanecer, que quiere acariciar vuestros
rostros, abrir vuestros ojos con el rocío de la mañana. Ah, y me ha dicho en la
noche, que abráis los corazones de par en par, porque la Virgen del Rocío va a
visitar en este día vuestras almas, y en el ocaso de la jornada, cuando
languidezca el sol que nos levanta, nos susurrará qué cizaña hay en nuestras vidas y que hemos de extirpar,
y con ella, después, alimentar la candela de la noche. Quemar los que nos
impide amar.
Y aquí os dejo la letrilla de una rumba, iniciamos el caminar, esta bendita jornada de amor.
"Despertó temprano aquella mañana
Bastante cansada de no poder dormir
Cuando el mes de mayo entró en su ventana
Era el día en que su hermandad iba a
salir.
Esos viejos botos calzaron sus pies
y las mismas flores adorna su pelo
Una bata blanca con lunares negros
Escalofríos corren su piel.
Va de peregrina va por los senderos.
Escuchó el estruendo de los cohetes
Se siente
el gentío pasar por su portal
Coge lo que tengas y andando vete
Y vive el camino otro año más.
Escuchar el alba cada amanecer
Cantar sevillanas junto a una candela
Contemplar la luna y su traje de
estrellas
Y rezar la salve al atardecer
Morir de alegría volver con Ella.
Y estando frente a freten yo te pediré
Virgen del Rocío luna, sol y Reina
Madre mía del cielo y pastora almonteña.
Que me perdones si alguna vez
Te falto algún año mi marismeña".