Klara Gomboc. Así se llama la joven violinista
que nos deleita bajo el Arco del Triunfo con inconmensurables melodías que
permiten al transeúnte despojar su mente del ajetreo cotidiano; al turista,
contemplar una de las maravillas del mundo, nuestra Mezquita-Catedral; y para
los que vivimos en el Campo de la Verdad o en el entorno de la Ribera, la
violinista del puente, es ya alguien que se ha fundido con el paisaje, de un
modo especial con sus sonidos. Su música forma un todo con el arrullo del río,
el gorjeo de algunos pájaros y el
graznar de los patos que han encontrado su hogar en la mansedumbre del
Guadalquivir.
Parece ser, que ya no podremos gozar del ser
y quehacer de esta joven que nos hace más apacible el paso del puente en este
tiempo estival y nos conforta cuando arrecia el temporal en el duro invierno,
enjuga la melancolía en las tardes otoñales y nos despierta a la vida en
primavera. Sus melodías nada tienen que ver con el chirriante acordeón
titiritero en el que uno llega alcanzar el complejo de cabra de feria, o el
estridente y atroz verraqueo de unos tubos de PVC soplados por unos jóvenes,
hacia los que profeso compasión al ver sus mofletes hinchados y sus ojos a
punto de salir de sus órbitas.
No sé lo que ha pasado. El anterior
equipo de gobierno local, por medio de un decreto, autorizó a Klara a ejercer
su actividad en este lugar después de que ella misma solicitara permiso ya que
no existía normativa que regulara la misma. El nuevo equipo de gobierno parece
ser que ha regularizado la actividad de los llamados “buskets”. Ignoro si el
Ayuntamiento se está equivocando porque no conozco los entresijos de esta
cuestión, pero lo que si es cierto es que esta chica no es una caradura, que
está dada de alta como trabajadora autónoma, tiene en regla su seguro y paga
las tasas municipales por ocupación de vía pública. En cambio, si lo que se
pretende es que otros músicos puedan ocupar este lugar, pienso, que Klara lo
descubrió y permaneció, ahí nos cautivó y ahí se ganó el derecho. No demos
correa a aquellos que no han sido creativos, no arriesgaron y ahora quieren
gozar de las mieles que otros, como Klara, trabajó con el sudor de su frente y
sufrió.
Dejen en paz lo bueno, lo bello y
verdadero. Quiero seguir disfrutando cada día, cuando voy y vengo de casa a la
parroquia, escuchando las dulces melodías que nacen del sentir de la violinista
del puente.
Totalmente de acuerdo.
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