con un lirio soberano;
se le cayó de la mano…
nació la Virgen María.
Mira tú cómo sería
de hermosa la flor aquella,
que hasta la Gran Hermosura
no dudó en jugar con ella.
Hoy la flor, madre y doncella,
Siendo espejo de blancura,
¡maravíllate, Pascual!,
se quiere purificar.”
Manuel
Benítez Carrasco
Comenzamos el “Mes de María, el “Mes de las flores”, nuestra
ciudad revestida de las mejores preseas con las que el Creador bendijo esta
humilde tierra. Hoy las vemos engalanando la cruz, que revestida de hermosura
sin igual, por las plazas y rincones más pulcros y admirados, manifiestan la
victoria de nuestro Dios. En unos días serán los patios de nuestros hogares,
lugar donde se derrama la ternura de la maternidad divina de hermosa blancura
iluminada por la pátina de inmensos matices que llevan las señales del dolor,
la espera, el regocijo, la esperanza y el fulgor del sol. Un mes que en nuestra
tierra explota de algarabía y alegría en el ocaso de un tiempo que nos habla
sólo de esperanza y paz de eternidad.
El “Mes de la Señora revestida de sol” cuya devoción hunde sus
raíces en las cantigas del Rey Alfonso X el Sabio; en el siglo siguiente los
joyeros de París llevaban a la Virgen una rama de plata adornada con brillantes
y cintas llamada “mayo”. Ya en el siglo XVI, la devoción campa por Alemania e
Italia y San Felipe Neri animaba a los jóvenes a encomendarse a la Santísima
Virgen y a venerarla durante este mes. En el siglo XVII, los dominicos animaban
la devoción en Fiésole y en el XVIII los jesuitas nos dejan las primeras
codificaciones de esta devoción. Los papas Pío VII y el Beato Pío IX la
aconsejaban y premiaron con abundantes indulgencias. En fin, una devoción que
en nuestra tierra, “Tierra de María”, es vivida en profundidad por todo el
pueblo fiel y devoto.
Os animo a orar ante la Madre medianera
de todas las gracias, contemplando su mirada maternal, la pureza de su corazón,
y llegar a la fuente de toda vida, al corazón de Cristo Jesús, su bendito hijo.
Es muy conveniente meditar los dogmas marianos, “Su Maternidad
Divina”, “Su Inmaculada Concepción, “Su perpetua Virginidad”, “Su Asunción a
los cielos”. Igualmente, asombrarse como Ella, la llena de gracia, sobresalió
en todas las virtudes.